El golem, una figura fantástica de un mito judío, el cual es creado de forma artificial para adquirir vida gracias a la voluntad de un rabino con poderes mágicos. El golem deberá obedecerle ciegamente, la palabra del rabino es su Logos pues el carece de la producción del mismo.

El golem se convierte así en la metáfora de la ceguera de autoconsciencia, tiene y experimenta Logos, razonamiento, pero no es suyo, el comando o la programación de sus actos vienen derivados de otra parte.

No hay ningún misterio en afirmar que las religiones han funcionado en el ser humano como el rabino con poderes mágicos, y han hecho de los seres humanos sus golems. Pero no solo la religión tiene esa dimensión de posesión simbólica en el ser humano, también la cultura y las identificaciones de tipo identitario nacionalista que adquieren rasgos de comunión tribal que son sincrónicos con el como se manifiesta el Logos de la religión en un ser humano.

No necesariamente las máquinas son el problema, sino cuando nuestra propia mente actúa de una forma excesivamente mecánica y rígida.

Las personas se identifican de forma muy común con los valores del grupo étnico al que pertenecen y hay una biología especifica cerebral que mantiene una química de cohesión al grupo, liberando en el cerebro dopamina (placer) en actos rituales comunitarios (incluso en acciones atroces contra animales, o de seres humanos contra seres humanos), y cortisol (miedo), cuando un individuo es marginado y puesto al margen o es cuestionado por la comunidad. Esta biología química de acción reacción existe (sobre todo en la parte del cerebro límbico) , y ha sido un mecanismo de control, de creación de realidades en las que las masas han sido manipuladas, estableciendo la visión de los individuos que viven como herederos de símbolos que no ponen en cuestión. Sus actos se convierten en mecanismos que responden a los impulsos del colectivo.

Otro dibujo que realicé en el 2011, sobre la condición del Ser que es obviada y olvidada por un contexto social que esta auto-hipnotizado, compartimentado y que tiene pocos recursos en cuanto a resiliencia de su propia conciencia en relación con el entorno.

Y ha sido así, hasta este momento, donde el acceso a la información ha generado una brecha para la posibilidad de autoconsciencia. Hemos adquirido la capacidad de auto-programarnos a nosotros mismos lentamente, esa capacidad no esta del todo desarrollada y hemos de potenciarla, frágil pero esta ahí. La filosofía griega y en concreto Platón fue el primero en observar que el ser humano vive como en una caverna hasta que decide realizar el camino hacia la reminiscencia, hacia el encuentro con el Ser y la esencia de lo que él o ella es en realidad. La religiones del mundo antiguo buscaban esta vía también pero fueron pirateadas, hackeadas por los poderes imperiales. Y hemos heredado esa visión distorsionada como ritos mistéricos que no entendemos, pero que muchos provienen de una relación intima de un intento que tenía por objeto descifrar la naturaleza en su matriz fundamental.

En los mitos de la antigüedad, una diosa llamada Isthar, robó los códigos de los Me a Enki para que los seres humanos se auto-programaran a ellos mismos, dánloles distintas capacidades que despertaron su percepción hacia una autonomía que desafió a la divinidad. Metáfora, del anima liberando al animus, que diría Jung. El alma aparece en el espíritu del ser humano para desarrollar virtudes, arte, conocimiento, saber, que le hará experimentar su estado anímico de una forma que hasta entonces desconocía, eso esta en nuestros mitos, y esa ha sido la grieta que ha permitido al ser humano seguir siendo humano, un arte que en su mejor virtud potencia la diversidad, la cualidad, y el propósito de Ser. [no todos los «artes» de todas las épocas representan necesariamente esto]. En el fondo las religiones tienen narraciones que las han confrontado entre si, para mi hay que entenderlo como una especie de batalla entre la parte mecánica del ser humano que desea control, repetición,tradición y predicción contra la parte del ser humano que quiere experimentar, ser creativa y cuestionar la naturaleza de aquello que tiene a su alrededor. Ambas han de encontrar un equilibrio en cada ser humano.

La parte mecánica, del golem, es la parte del Logos, que activa comandos sin cuestionarse de donde provienen, la parte creativa es la parte del ánima que cuestiona de donde provienen ciertos razonamientos.

En el pasado esta metáfora fue dibujada en unos bocetos que realicé en un país europeo en el 2006.

La referencia a los mitos de la antigüedad es porque estos transportan metáforas esenciales sobre nuestra propia psique, (en griego psique equivalía a alma) por lo tanto es el trabajo en la psique colectiva el que nos ocupa aquí, puesto que sus impulsos provienen de lo codificado en los tiempos remotos. El ser humano es ese animal que tropieza con la misma piedra en diferentes momentos de su propia historia y los mitos pueden ayudarnos a comprender porqué.

El logos paradojicamente forma parte intrínsica de la estructura de nuestros mitos, Dios en el mundo católico es el Logos. Para alguien como el que escribe que no está exactamente en la linea de interpretación de la divinidad de que el mundo católico ha realizado, el Logos forma parte de la cualidad del mito de la divinidad creadora, del demiurgo católico. Es decir, que paradoja que el creador bajo la estructura de la creencia católica es una suerte de «programador» de la realidad, en la que crea a través del «verbo» de códigos precisos de conceptos que se constituyen como realidad matérica en el Génesis.

Ahora bien, afortunadamente en el contexto contemporáneo tenemos una suerte de flexibilidad de percepción y exploración en la idea de como se creo la vida en este planeta o en el universo, y no necesitamos de la idea tradicional de la religión católica para proponer nuevas hipótesis. Pero como investigador de la cualidad de los símbolos en las tradiciones míticas me interesa mucho estas características de como se expresan según que ideas de la divinidad, porque en el fondo la divinidad habla de nuestra esencia creadora en nuestra psique, y de las grandes preguntas de donde venimos y hacia donde vamos. La cualidad de como nos vamos a relacionar con nuestro devenir o destino tiene que ver con la forma en como concebimos a la divinidad en un pasado remoto. Si esta (dentro del mito) creó organismos inteligentes como golems para que le adorasen como fue el caso de Adan y Eva, nosotros vamos a crear inteligencias artificiales (en la realidad) para que nos obedezcan, la cualidad de como vayan a ser esas inteligencias artificiales en un contexto de acción y conviviencia con el ser humano es una de las reflexiones que tiene que ver directamente con el mito y en el cómo concedimos a nuestras culturas en relación con la propia tecnología.

Es esta mezcla entre pasado mítico y realidad la que llama mucho la atención, lo que el ser humano imaginó de la divinidad que le dió la vida, ahora es muy posible que estemos actuando como agentes de la reminiscencia del creador demiurgico que creará otras nuevas formas de vida, orgánicas o artificiales.

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Todo eso es muy llamativo y curioso… ¿pero que pasa si la cultura actuara como una especie de golem o frankestein con vida propia?

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Si, la cultura fue nuestra primera tecnología, la que hizo que las herramientas que utilizábamos se refinaran a si mismas, y la que permitió buscarles usos también simbólicos como el de producir música o pinturas.

No nos hemos cuestionado lo suficiente que en la época del «Choque de las civilizaciones» básicamente nuestro principal problema son los sistemas simbólicos que aparentemente nos separan los unos de los otros. Los símbolos siempre estuvieron ahí para vincularnos con el exterior de una forma íntima, en muchos casos sagrada, y para generar comunicación, es decir, acción-común. Durante siglos hemos padecido la adulteración de los símbolos, el pirateo de los mismos rebajándose a ser utilizados como meros signos de territorio o identificación del grupo. Eso no tiene nada que ver con la cualidad de la profundidad que un símbolo dado puede tener. Cuando cualquier símbolo puede ser politizado y usado como arriete de un pensamiento de masas, si es así entonces inevitablemente degenera, pierde su relación con la cualidad productora que le hizo tener lugar o nacimiento.

 

Es mi convencimiento que el símbolo (de forma genérica, sin que sea uno en concreto) está ahí definitivamente para unirnos porque esa su etimología raíz. Pero el proceso que necesitemos hasta que eso suceda depende de nuestro ingenio. Si no somos capaces de establecer puentes de empatia profunda entre las diferentes culturas, creencias y tradiciones de este planeta vamos a pasarlo mal, porque tendremos tecnología pero esta puede utilizarse para enfrentarnos como es el caso en el momento que escribo estas líneas. El ser humano utiliza su poder demiurgico que en sus sueños fue otorgado por el mito, y por la propia naturaleza, ahora bien, no necesitamos encontrar a la mejor «religión» para ponernos en común, sino entender la naturaleza de la que estamos hechos, en tanto que realización filosófica. Nuestra naturaleza es el espejismo, la ilusión, como dicen los mitos, somos victimas de nuestras propias mentiras que como pinocho nos contamos a nosotros mismos, deseamos ser mas humanos pero nuestra adicción a maquillar lo real nos separa cada vez más de esa realización.

Ninguna cultura tiene la verdad absoluta o es un todo en si misma, es en el mejor de los casos otra pieza del puzle para reintegrar el Ser interno, porque esa es la aventura que perdimos, la del recuerdo común en el corazón del sueño lúcido que nos hacia ser Uno. Esa tal vez fue la caída del Edén, y no las manzanas o serpientes que son visiones reduccionistas de una interpretación más compleja, de hecho el Agatho Daimon interno necesita ser activado para discernir, no obviado o demonizando como hizo la religión, es la parte reptil pero también del cerebelo que necesita ser integrada, su lenguaje es musical, pero no quiero salirme ahora del tema.

Hemos empezado una huida hacia adelante sin mirar nuestro pasado, una vez leí una frase que me resultó inspiradora «cuando no sepas donde vas, mira de donde vienes», básicamente el problema del mundo postmoderno es que pensó que estaba por encima de ese pasado y no lo atendió con la debida delicadeza con la que necesitaba ser atendido, porque era un pasado con una herida abierta en lo humano. La idea del Edén es la idea de la armonía perdida, en términos de Platón seria el abandono del mundo exterior para ir hacia la caverna donde perdimos esa primigenia chispa de armonía con lo sagrado que hay en la naturaleza. Pero en esencia el Edén era una simulación, un jardín virtual, e iniciamos un proceso basado en la adquisición de conocimiento, pero separándonos de la reminiscencia y del Ser, pensado que el humano era el centro de todas las cosas. La catástrofe ecológica es sincrónica con la catástrofe del entendimiento entre culturas, la tierra es nuestro jardín al que hemos dejado de escuchar, porque también nos hemos dejado de escuchar entre nosotros, solo intercambiamos los pareceres de la máscara.

¿Un Edén virtual de datos? El jardín es una naturaleza siempre simulada.

El proteccionismo cultural contra la globalización ha dado lugar a la simpatía por los independentismos, por otro lado una reacción lógica ante estructuras injustas como el FMI, pero no se debería obviar que esos independentismos le estén haciendo un favor a aquello contra lo que se posicionan en contra. Divide y vencerás, es la receta errónea en estos momentos que necesitamos una acción global contra problemas que son globales y que tienen repercusiones locales. Más allá de una meta-cultura de corporaciones, necesitamos resincronizar con nosotros mismos y el entorno que nos rodea, sin juzgar a los otros por aquello que veamos a través de las gafas de la cultura, no hay culturas que sean mucho mejores las unas comparadas con las otras. El único Éden posible es aquel que es posible construir más allá del enfrentamiento y el adoctrinamiento, es aquel que se construye dando una oportunidad a que cada uno descubra el mundo por si mismo sin que nadie, un estado, una institución, religión o cultura imponga al explorador/a de lo real ninguna idea preconcebida.