Ilustración: David Iturregui

El Ser, en tiempos de fragmentación, de reclamación de identidades, de reclamación de «Yo soy así», de «Somos nosotros y No ellos», el ser en estos momentos continua existiendo, por encima de la niebla y los huracanes que azotan a la psique, el alma olvidadiza.

El Bretix, el Trumpismo, los exaltamientos de nacionalismos independentistas… son exactamente lo mismo, reclamaciones del «Yo» exigencias del «Yo soy Así», perpetuación de la víctima que se convertirá en verdugo o al revés.

La cuestión de la dualidad de la persona aboca a una preferencia en las estéticas del lenguaje, entendiendo que su uso establece la impregnación automática de la identidad sobre el individuo. Es decir, a la vista de ciertos individuos hablar en español me convierte en españolista, hablar en vasco me convierte en buen vasco, hablar en catalán me vuelve un buen catalán… nada mas allá de la pura vergüenza de la impregnación de la identidad en la persona que ha decidido abandonar su conexión con el potencial de la imaginación y el Ser. El fanático de la estética del lenguaje llevará su identificación hasta el límite del narcisismo donde todos tienen que hablar o expresarse como él lo hace en la tradición que el lo hace, considerándola una joya única y exclusiva, a la vez excluyente del yo.

La lengua nos sirve para navegar la realidad, es algo íntimo, casi sagrado, pero su diferencia y cualidad no ha de imponer fronteras o distinciones donde «los de aquí somos Así», ya que ese es el pensamiento masa donde la subjetividad del individuo y su libertad de escoger queda anulada. Nadie puede obligarte a expresarte como no quieres, pero imponer un contagio social de victimización colectiva para conseguir una expansión de una cultura dada, es algo que no es soberano, es denigrante.

Los peores muros son aquellos que son invisibles, aquellos que nos separan ideologicamente, me pregunto por aquellos nacionalistas que piensan que porque su muro no se vea es menos real. Todo el mundo tiene derecho a preservar su cultura, pero de una forma apolitica, donde unos pocos quieren verse como salvadores de todo un pueblo, donde la victimización de su condición les separa pensando que lo suyo es lo único bueno y mejor. Las lenguas NO SON DE NADIE, y una persona habla catalán, vasco, español o finlandés eso no le hace poseedor de esa lengua o poseedor de esa cultura, la cultura no se posee, se comparte o experimenta, pero no se impone, no cuando esta no corre peligro. La cultura catalana no corre peligro de desaparecer en el año 2017 ni mucho menos, ni la gallega, vasca o andaluza, y la caricatura de las personalidades llevando al extremo su identificación con lo que sale de su boca nos hará un flaco favor a todos, por que lo que mas necesitamos en esta época de fragmentación es vernos como seres humanos, no como perros guardianes y mordedores de una cultura dada, que nos ha tocado por puro azar.