Sophia, pintada por Nicolas Roerich.

 

Las asociaciones de  Venus a Sophia provienen del mundo remoto del mediterraneo Oriental. Venus como Afrodita es un referente claramente romano adaptado de la cultura griega, pero habría que remontarse al terriorio alejandrino del gnosticismo para establecer de forma clara que tipo de concepto se manifiesta a través de «Sophia», la sabiduría, un vínculo perdido con el conocimiento que el ser humano guarda dentro de sí mismo y que está vinculado con la exploración y conexión con las distintas capas de cebolla que operan dentro de su percepción y codificación genética. Pudiera parecer un tema marginal del pasado, pero como tantas cosas, no lo es, sino que determina la aproximación a una serie de simbolismos que desde la óptica del presente son entendidos desde una generalidad y no desde el detalle que creo que merecen. Comenzemos.

Eósforo y Héspero por Evelyn De Morgan (1881).  (*)

 

Como los sueños a medio recordar, algunas imágenes nos evocan un enigma a resolver, una secuencia de aspectos que la afinación perceptiva trata de enfocar en el transcurso de su existencia, como si tuvieramos la imagen reflejada en un estanque del que solo podemos ver ondas despues de que haya sido arrojada una piedra («la caida en la materia») y tenemos que esperar a que el agua se calme para comprender dicha imagen en su totalidad. En este cuadro vemos dos personajes, uno es Fósforo (Eósforo) y otro Héspero, dicho así es posible que no evoquen nada particular, pero en esencia representan a la estrella Venus. Sin embargo, dos aspectos cualitativos clave de la codificación astronómica de cómo la estrella Venus se aparece en el horizonte. Esto no ha sido atendido por la tradición de los estudios de la antropología de la religión, y creo que también ha dado lugar a confusión dentro de todo tipo de organizaciones que de alguna u otra manera se asocian a los simbolismos de «Venus».

«La estrella de la mañana» es la forma que tiene Venus, en ciertos momentos del año de aparecer antes de que nazca el Sol en el horizonte, es decir, nace por el Este, un poco antes que el mismo, en el cuadro de Evelyn de Morgan (*) es representado por el muchacho que porta la antorcha en vertical, aludiendo a un vinculo entre «cielo y tierra» es decir a Afrodita Urania, el muchacho mira hacia el Este viendo la estrella elevarse (la elevación del plano del espíritu). «La estrella de la tarde» es la estrella vespertina y se representa con la antorcha bajada y mirando hacia el sol de poniente, hacia occidente, viendo a la estrella caer hacia el horizonte. (la caida en la percepción y dimensión de lo matérico).

Acerca de «Venus» en el apocalipsis 22:16 podemos leer:

«Yo, Jesús, he enviado mi ángel para declarar todo esto a las iglesias. Yo soy el retoño que desciende de David. Soy la estrella brillante de la mañana.»

Poca duda cabe que la «estrella brillante de la mañana» es el Lucero del Alba,  es decir, Lucifer, «Portae Lucis» la estrella que se alza, la antorcha vertical que mira al Este y que precede a la salida del Sol. Para el común de los cristianos esta es una cuestión de conflicto interno, ¿cómo es posible que Jesus el Cristo se asocie a Lucifer? y sin embargo es necesaria que sea entendida en su dimensión simbólica más sincera, porque hay dos antorchas, dos cualidades de la estrella Venus por algo.  En este sentido ni son un Ying y Yang, ni juntos hacen un «todo».

Por lo común, es normal que al cristiano común dicha afirmación le cause perplejidad, sin embargo los textos de revelación, como el Apocalipsis, tienen una dimensión gnóstica innegable sobre todo por la codificación mistérica que transportan. El caso es que efectivamente, Lucifer, es entendido como «lo caido», pero esa es la cualidad de la «Estrella Vespertina» es decir, la «estrella brillante de la tarde» que está perdida en la materia,  únicamente en lo «carnal» (el problema es cuando lo matérico, lo visible, lo sensorial se considera lo único «real» en ese sentido nuestra sociedad de luces artificiales y de distracciones visuales es muy como «La estrella de la tarde»)  Sin embargo, el Cristo se asocia a su contrario, es decir a «la estrella de la mañana» que cualitativamente es la «antorcha dorada vertical«, no la plomiza de la tarde, es decir, la estrella de la mañana se alza hacia lo Celeste, hacia lo Uranio. Ese es el «Fósforo» , lo que enciende, en contraposición a «Héspero» que es la estrella de la tarde que se «apaga». Cristo en cambió,  sería un «portador de Luz» (de conocimiento al encuentro con la Sophia Celeste) que se alza, como «la estrella de la mañana».«Portae Lucis» por otro lado es una evocación a un trabajo con el árbol cabalístico, pero más allá de lo meramente hebreo, tomando en cuenta los contextos, sumerios, griegos y egipcios.

Manuscrito Cosmografico de Isidoro de Sevilla, siglo VI- VII. En el podemos ver la clara relación entre los nombres astronómicos y sus nombres en latín asociados. 

 

En ese sentido, en el texto gnóstico del «Pitis Sophia» aparecería una clave mucho más clara al respecto de porqué Jesús se asocia a la «Estrella de la Mañana» bajo las cualidades que estamos observando. Así pues el texto nos dice:

  • De nuevo, sus discípulos dijeron: Dinos claramente, ¿cómo bajaron de las invisibilidades, desde lo inmortal al mundo que muere?
    El perfecto Salvador dijo: El Hijo del Hombre estuvo de acuerdo con Sabiduría, su cónyuge y manifestó una gran luz andrógina. Su nombre masculino es denominado «Salvador, generador de todas las cosas». Su nombre femenino es denominado «Sabiduría totalmente generadora». Algunos la llaman, sin embargo, «Fe»

Como vemos, la dimesión de «Sabiduría» es algo que se muestra como clave en el vínculo que el Cristo establece con su «transfiguración», que equivaldría al «Antropos Uranios» (es decir al «Ser humano celeste o en síncronía con el Cosmos»), como indicaría Filón de Alejandría en el siglo I, cercano al  tiempo donde el texto del «Pitis Sophia» fue compuesto; pero luego, Ireneo de Lyon tuvo muchos quebraderos de cabeza acerca de que conceptos mantener dentro de los textos canónicos y cuales fuera, en ese sentido el propio Ireneo se antecedió al fenómeno del «Concilio de Nicea» en la selección de los textos «legítimos» o «canónicos».

Si bien «la estrella de la mañana» pudiera ser interpretada también como «Sirio», es decir, «Isis» en el contexto de la cultura antigua egipcia, no tiene mucho sentido esta asociación dentro de una frase que se refiere al linaje hebreo como «Yo soy el retoño que desciende de David. Soy la estrella brillante de la mañana.» Por otro lado tenemos la referencia al contexto de que el símbolo de Venus se repite dentro de la herencia mistérica cristiana, y que es en Diciembre cuando Venus aparece en el Este como el símbolo del Sol que remonta hacia los dias más luminosos, mientras que Sirio tiene su «orto eliáco» el dia 25 de Julio, cuando el Sol ya ha comenzado a acortar su mayor ciclo durante el dia y va en detrimento. Tiene mucho sentido que de forma mistérica como sucede en el Pitis Sophia se vincule a la «Sabiduría» más que a «Isis» como esposa de Osiris, aun cuando María sea un arquetipo que ha sido vinculado tanto a Isis como a Venus, aunque es posible como indica el texto de Pitis Sophia que sean dos nombres, el de Sophia y Salvador, que se refieran a lo mismo, es decir, Gnosis y Soter, Venus y Sirio.

 

La herecia sumeria del símbolo de Venus y su relación con «Sophia» o Sabiduría. 

Sello cilíndrico G-Sum29: Ur III (datado hacia el 2000 a.C.)

Otra forma de la representación de la estrella de Isthar. Época del Rey Melishipak I (1186–1172 a.C.),

 

Pudiera sorprender que el vínculo ancestral de la diosa sumeria Isthar es la que corresponde con la estrella Venus. En este sello, el símbolo de «ocho radios» metido en un círculo es el que corresponde a la mención sagrada de la diosa, cuyo símbolo era precisamente el de la estrella de ocho puntas. La propia Isthar tuvo la dualidad de «la estrella de la Mañana y la estrella de la tarde» , por un lado consiguió los «códigos de los Me» para los seres humanos, la autoconsciencia, pero por otro tenia la sombra de la «estrella de la tarde» que la perdía en sus pasiones y ambición, tanto que quiso conquistar el inframundo, con consecuencias fatídicas para ella y también para el ciclo de la vida. En todo caso, su mito habla de una «redención» y «aprendizaje», a través de su «resurrección» con el «agua de vida».

Parece que no por casualidad la estrella de Lakshmi en la India o la asociada a la Virgen Maria haya quedado vinculada de forma icónica a esta memoria ancestral. Por ello cuando Jesús en el apocalipsis hace esta mención, no debería sorprendernos que se vinculara a estos misterios ancestrales del mediterraneo oriental.

El propio nombre de ΙΧΘΥΣ que significa «pez» en alusión a «Cristo», está vinculado al diagrama del círculo dividido en ocho partes, al igual que el sello sumerio observado. Esto está grabado en el templo de Artemisa en Éfeso. A este respecto cada letra significa una palabra creando una frase: Iēsûs – Khrístos -Theû -Hyiós – Sotḗr ‘Jesucristo Hijo de Dios Salvador’, aquí lo llamativo es que «Soter» es como también llamaban los griegos a Sirio, es decir «Isis» y de alguna forma este tipo de geometría pasó a la iconografía de la Virgen, que aun refiriéndose a «Soter», tiene la estructura geométrica e iconografica de la estrella de Isthar, y de Anu el dios celeste sumerio.

 

Cuadro de «La Sacra Conversacione» por Piero de la Francesca. Francisco Martín Casalderrey realizó la reconstrucción matemática y geométrica de la alfombra en la que podemos ver la estrella de ocho puntas asociada a la Virgen. Se destaca también «la concha» como una evocación a «Afrodita», pero también al «Mar» y al «Pez crístico». 

 

Para seguir desentralazando la cuestión, en un contexto de iniciación, es conocido el viaje de Innana o Isthar al inframundo donde muere y vuelve a nacer tras depojarse de siete velos o vestimentas. Dado que la substituye Dumuzi, su amante, así comienzan los ciclos de primavera, verano, otoño, invierno, lo que más tarde se conocerán como los cultos a Demeter, Ceres o Cibeles. En algún otro artículo ya he mencionado esos misterios dan muestra de estar relacionados con la tradición de Melchisedec acerca de la consagración de el pan y el vino, es decir el culto de las semillas vinculadas al «Árbol de la Vida». El propio sello de Melchisedec fue el siguiente:

Símbolo de Melchisedec en la Iglesia cristiana de Khirbet cerca de Jerusalem

 

Iglesia de Raneva en Italia.

El símbolo de Melchisedec aparece representado en la mesa. 

Como vemos la asociación al símbolo de las «ocho puntas» se mantiene, dentro del contexto de lo semítico en la transmisión simbólica es conveniente buscar la trazabilidad de una cultura a otra. Sabemos que Abraham era de Ur, una ciudad sumeria, y que Melchisedec y él se conocieron. Es dificil entonces prescindir del contexto cultural para entender la simbología asociada, donde la semilla sacralizada y el vino, eleven la materia, que es alimento, a la conexión con lo divino entendida como «sustento» es decir, no solo somos materia, sino que por lo común necesitamos ser sostenidos con el proceso de transmutarla para ingerirla (con excepción de los frutos) y que esa esencia de lo divino, la vida, se sostenga en nosotros, entendiendo la misma como luz solidificada.

Desde este punto de vista, el androginato, es una relación de la materia (lo femenino) con lo celeste o uranio (lo masculino) que alude a la conexión entre Gea y Urano que fue cortada por Cronos o Saturno (debido al exceso de creación y generación de Urano de materia a través de Gea), la ruptura entre estos dos arquetipos hace que la materia esté en un «olvido de si», en su propio espejismo, la «Sophia caida» , el Lucero vespertino o estrella de la tarde, pero cuando es sublimada hacia el Este como «Estrella de la Mañana» es la Sophia «que se alza hacia lo celeste» recordando su enlace original. En el mundo cristiano esta quedó entendida como «un portal» en conexión con el «Cristo». Esa conexión, ese portal (Sophia),  bajo los términos de Platón debía llevar a la «psique» al «Hyper-uránion tópon» al lugar que está «Más allá de los cielos», es decir, más allá de la manifestación puramente matérica del universo, el lugar donde surgen las propias «ideas puras» (cuyo puente se encuentra en el texto del Timeo) y que en el Medievo fue concebido como el «Empireo» allí donde habita Dios mismo. Ni que decir tiene que la filosofía Platónica se basaba en la búsqueda del Bien y la vuelta al Uno.

La «Sapienza que emana da Dio» por Sano Di Pietro, pintura de  1471

Representación de Sophia en iglesia ortodoxa. Se destacan los siete pilares como eco de esas «siete vestimentas» de Innana.

 

En la tradición ortodoxa se entiende a «Hagia Sophia» como «Santa Sabiduría»  , aquí vemos a la propia Virgen a la izquierda de Sophia sosteniendo la estrella de «ocho puntas».

Al mismo tiempo en el Apocalipsis tenemos a la «mujer vestida de sol» donde algunas iconografías de los Beatos muestran con un «mandala de ocho puntas» como alegoría a ese parto celeste (la sabiduria) que enfrentará a la Bestia (la ignorancia).

Es entonces cuando «Héspero», la estrella Venus «caida de la tarde» se redime para convertirse en la «Estrella de la Mañana». Hespero tiene la etimologia de «Espera» o «Esperanza», como redención a través de la reminidiscencia de su condición original. El jardín de las «Hespérides» , que parecen por etimología hijas de Hespero, custodian las manzanas doradas, es ahí donde el héroe o la heroína ha de volver en su camino de retorno al Ser, pero lo ha de hacer con la energía de «la estrella de la mañana» o Fósforo, es decir, «encendido de luz», para llevar Luz que anuncia al Sol, el Logos primordial, y así remidir al Jardín de la Serpiente Ladón y que todo vuelva a ser Uno.

La cualidad del conocimiento de la «Estrella de la Mañana» es la geometría, la música, astronomía y aritmética,  (según Platón, Afrodita Urania, el amor celeste) lenguaje primordial que da luz a la «retórica, lógica y grámática» más propio de lo vespertino, pues sin la guía de lo primordial, nos quedamos perdidos en la estética de las apariencias producidas por el lenguaje, las sombras que caminan a ciegas chocándose contra las peredes y contra sí,  lanzándose sortilegios verborroicos. Acaso ese recuerdo, eco de lo celeste nos invita a  retornar al lenguaje de la luz, aquel que evoca a la propia esencia de la Natura, propia estructura divinizada de la Mater.

El «Zep – Tepi», el primer tiempo de los Egipcios configura una esfera primigenea que recuerda a los estadios de Mitosis celular, donde todo crece en «octavas» 1, 2, 4, 8… aqui vemos ocho figuras como esencia ese ritmo primordial de la esencia de la «Bios» , de vida en si misma.

 

 

*Nota: Este análisis es antropológico desde una perspectiva filosófica que se centra en textos existentes y en asociaciones que se establecen dentro de un contexto cultural e histórico determinado, es la forma en la que creo ciertos conceptos pueden aclararse y ser enfocados de forma constructiva.

David Iturregui, es escritor, músico y dibujante, es autor de este artículo y ya tiene disponible su última novela «El Alma del Mundo».