En enero de 2018 inaguré la conclusión de un mural en pintura acrílica en la escuela Juan Soñador en la ciudad de León, escuela para la integración de jóvenes en riesgo de exclusión social. Una etiqueta desafortunada para aquellos que de primeras «no encajan», pero como toda etiqueta esta es una más. Nos sentimos cómodos señalando a los demás, pero no miramos nuestro propio interior. El trabajo que estoy desarrollando con estos chic@s que aparecen colaborando y pintando el mural que he creado para esta escuela, tiene como objetivo plantear una reflexión para tod@s.

La mirada interna es algo que evitamos, preferimos señalar externamente, culpabilizar de forma sistemática, es tiempo de replantear que tipo de sociedad estamos construyendo. Valorar los cauces creativos que muchas veces se quedan al margen, pero que luego todo el mundo aplaude cuando son objeto de status.

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Primer boceto elaborado. En el mostraba la mente como una especie de laberinto.

La construcción de lo que somos depende de ir encontrando 
situaciones que nos definen, esas situaciones tienen una
carga de espejo, que nos enseñan e ilustran en lo que
podemos mejorar. Cada situación es como una puerta, que
guarda un reflejo, y nos acerca cada vez más al corazón
del laberinto, en el esta el hilo para la salida

Propuse a los alumnos de la escuela colaborar en la realización del mural.


El reflejo, el reflejo es solo un espejismo…para salir del laberinto hay que atravesar su puerta ilusoria…

A ese respecto un día escribí un cuento…

El Cuervo Blanco

El laberinto inmemorial había puesto distintas pruebas al sabio que con astucia había logrado superar, pero pese a toda sabiduría adquirida gracias a las pruebas del laberinto no estaba preparado para la puerta la cual no era capaz de ver.

Lo único que veía el sabio cuando se acercaba a cierta pared del laberinto era su propio reflejo, del cual huía despavorido, porque después de tanto tiempo encerrado ya no reconocía su propio rostro desdibujado por el tiempo y cubierto de una barba blanca.

Desesperado un día se llevo las manos a la cabeza clamando al cielo por una respuesta, un cuervo blanco bajo de las alturas.

«Soy el único ave que piensa y habla, ¿lo sabias?» pregunto el cuervo…

«Eres blanco… pero todos tus compañeros son negros ¿por qué?» pregunto con curiosidad el sabio…

«Atravesé la puerta y así huí del laberinto, la puerta transformo mi naturaleza, ahora soy parte del mundo de los sueños, por eso he venido a verte» respondió el cuervo

«¿Cual es la puerta? Dímelo» Insistió el sabio levantando la voz con desesperación

«Es aquella que jamás sospecharías pues esta hecha de lo que no puedes soportar»

Al instante el sabio despertó, se había quedado dormido, y entendió que el cuervo blanco había sido una ensoñación. Pero pese a todo no le faltaba razón al cuervo de su sueño.

El sabio se dio cuenta que aquello que más detestaba era lo único que no había explorado del laberinto, su propio reflejo, así que se acercó a la puerta sin saber que esta era una puerta, observo sus ojos demacrados, su comisura de los labios cuarteada por la sequedad, pero también vio que el desafío del laberinto había limpiado su alma en un gesto que su rostro antes no tenía. Acerco su mano para tocar el reflejo del espejo, como para acariciar ese gesto de esa persona que era él pero que ya no reconocía, cuando puso su mano sobre el espejo, el cual a su vez funcionaba como puerta…

se abrió…