Deseo, de ser piel roja

Si uno pudiera ser piel roja, siempre alerta, cabalgando sobre un caballo a todo galope, con el cuerpo inclinado y suspendido por el viento, constantemente sacudido sobre la tierra estremecida, hasta arrojar las espuelas, pues no harían falta espuelas, hasta arrojar las riendas, pues no harían falta riendas, y apenas viera ante sí que el paisaje era una pradera llana, ya sin el cuello y sin la cabeza del caballo.

Franz Kafka (1913)

 

Cuando pienso en la película Avatar no puedo dejar de pensar en la ironía que guarda su mensaje por la técnica involucrada para la realización de la película misma. En este caso el procedimiento ultra-tecnológico para la creación de la misma es exactamente aquello que nos separa del «deseo de ser piel roja» como diría el pequeño e impresionista poema de Kafka.

No deja de ser llamativo que una vez pasan los efectos de la píldora azul visual y virtual volvemos al mundo, que no es precisamente el planeta Pandora, sino la distopia de ese planeta humano dirigido por una industria ultra-capitalista en alianza con lo militar y determinadas corporaciones. Es decir, Avatar no nos dibuja un futuro donde el ser humano es distópico, nos dibuja su presente que ya es distópico en si, esa es la crítica del guión acertada para nuestra situación actual.

Si bien Avatar representa la idea de Edén perdido, es ahí mismo donde radica su enorme éxito para una sociedad que aunque se cree secular sigue soñando con aquello que perdió en un tiempo mítico, es decir, la convivencia sincronizada con el ecosistema planetario. El detalle es que en el pasado le llamamos «Jardin del Edén», condición en la que el ser humano tampoco había encontrado una autonomia frente al «Arquitecto y diseñador» al cargo de dicho jardín y cuyo deseo de conocer donde nos encontrabamos exactamente nos provocó la expulsión del mismo. De estos ropajes estamos hechos y mejor entender que significan, pues de una forma u otra los recreamos en las historias que consumimos seamos religiosos o no, y nuestro inconsciente colectivo tropieza con esa misma historia pero contada de otra forma bajo un contexto de imaginación contemporánea.

La proyección del ser humano actual sobre los «Na´vi» de una forma virtual, que es lo que representa la «sala de cine», y nos habla de que en parte queremos provocarnos lo que Jake busca, es decir, «escapar de ser humanos» a través del deseo de encontrarnos con ese «Adán y Eva» primordiales,  aunque esta vez en el cuerpo de unos extraterrestres mucho mejor adaptados para la vida salvaje que nosotros en la actualidad. Pero que nadie dude que cuando «Jake» se metió en su cápsula de simulación de ser un «Avatar», eso es lo que representaba en esencia la «sala de cine» en la que nosotros estamos durante la proyección. Por ello, la segunda parte quizás es la «autonomia» de Jake como Avatar, pero no la nuestra, dado que nos seguimos proyectando en esa virtualidad, en esa «cápsula de simulación».

De forma similiar podriámos entender que el «Planeta Pandora» es un «Loka», un planeta en el sentido hinduista que puede ser real o un «estado mental», como tal tiene una realidad simbólica pero eficaz para la psique, aunque también guarda cierto tipo de espejismo para los sentidos en todo ese esplendor, un Loka seductor y deseable, pero hemos de indagar si eficaz en la evolución humana actual.

BrahmaLoka, el Loka superior que tiene en su mente el reino celeste donde sus habitantes no conocen la muerte y beben el nectar del Yoga. Aunque los personajes de Avatar si mueren también estan sujetos a resurrecciones y eventos beatificos equiparables a lo que sucede en el Brahmaloka.  Es un tanto triste ver que ese «Edén», que representa el estado mental beatífico, es invadido por una corriente futura de un posible paradigma del planeta tierra, de indole militar-mercantilista, una línea de tiempo desgraciadamente activa en la actualidad.

Planeta «Pandora» un Loka que se asimiliaría  a la tradición del «Jardín del Edén», un espacio de ideal convivencia entre los distintos seres que lo habitan.

Los siete Lokas inferiores son un estado bajo de vibración de existencia, donde el poder y la corrupción estan dominados por la naturaleza territorial de lo reptiliano. Entre ellos Patala Loka y Talatala Loka. Hablemos del Talatala Loka donde vive «Maya», que es el nombre de un demonio que esta versado en la hechiceria de la ilusión.  Dicha hechiceria de la ilusión es la que ha adquirido el ser humano en la actualidad, creando mundos virtuales sobre los que proyectar nuestros mitos consciente, o inconscientemente.  Maya es el temible daimon que tuvo que enfrentar Buda mismo, uno complicado debido al refinamiento de su arte en la construcción de espejismos. Sin duda, la tecnología es uno de las herramientas de Maya para dichas hipnosis y su capacidad de metamorfosis.

De ahí, «Avatar» muestra a un planeta equivalente a «BrahmaLoka» , el paraiso, que se muestra como cuenta la mitología hindú liberado de la opulencia y de los palacios y templos suntuosos que existen en los Lokas inferiores. Sin embargo, debemos entender que hemos los humanos hemos creado la experiencia de «Avatar» bajo los hechizos propios de los espejismos hipnoticos de «Maya», dado que por su naturaleza tiene una via de escapismo estético de una realidad que no nos place. Recordemos que nuestro propio mito del «Edén» pudo ser un «Loka» realizado por uno de los parientes de «Maya» y que en cierta manera estamos todavia peregrinando hacia un regreso a un «estado mental» pero con resonancia en lo real, es decir, que sea un «Edén» en tanto que tengamos autonomia dentro del mismo y no sometimiento a un «programador o demiurgo» que evitaba que accedieramos a ciertos datos acerca de nuestra propia condición, que es en esencia la alegoria al «fruto prohibido».

Dentro de este juego de escapismo estético «Avatar» tiene la buena voluntad de reconducirnos hacia las bondades de una naturaleza idealizada. Nos situamos en la paradoja de que la sociedad que hemos construido navega en dirección contraria al mundo de «Avatar», y que es adicta en proyectarse en lo «que no es» en vez de su esencia misma, detalle que no ha de pasarse por alto dado que habla de la incapaciadad de aceptar nuestra esencia biológica cuando como deberiamos abrazarla hasta la última célula. Es decir,  nuestro estado actual forma parte de la energia de «Maya» dado que se proyecta en algo que nuestra energía psiquica no es capaz de adquirir en este nivel de consciencia. Somos capaces de imaginar «Pandora», pero vivimos dentro de la «caja de Pandora», hasta que la desactivemos, puesto que son los «Lokas» inferiores que han establecido su reino aquí entre nosotros, pero sobre todo en nuestras mentes, desde donde proyectamos la realidad.

La cuestión es que es poco probable que en la realidad actual pudieramos deconstruir tanto nuestra inercia social como para vivir en el mundo de los «Na´vi». Todos sabemos eso, y todos lo intuimos de alguna manera dentro de nosotros, aunque lo deseamos, sabemos que no prescidiramos de aquello a lo que nos hemos acostumbrado en nuestras vidas cotidianas, internet, el móvil, el supermercado, el gas, la vitrocerámica… etc… Pero eso no quiere decir que la «Tierra» pudiera evolucionar hacia otros «Loka» o «estados de consciencia», sin embargo, es un proceso lento de entender donde se han ido atascando nuestros procesos perceptivos para desincronizarnos tanto con lo que nos rodea. Mucha memoria acerca de nuestra propia historia también ha sido compartimentada en credos aparentemente diferentes que guardan raices comunes. No creo que el objetivo de la evolución humana sea volver a la utopia del «buen salvaje», pero si que hay algo relacionado con la fragmentación cultural que hace que no interpretemos bien nuestra relación con el organismo vivo planetario dentro del cual vivimos.

En ese sentido, el «Edén» de Avatar es válido para los Na´vi imaginados por Cameron, pero no tanto para los seres humanos del dia a dia aquí en la tierra que se proyectan en una especie de nostalgia cósmica y que además son presentados por Cameron como «ya caidos en el pecado de la separación con la naturaleza». Aunque no le falta razón, ya que es una de las firmas identitarias de nuestra especie sobre todo en esta época post-industrial, antes que aceptar dicha sentencia como irrevocable quizás deberiamos buscar las respuestas en nuestra propia sabiduria olvidada y no en planetas virtuales alienígenas, propias de los espejismos de «Maya» que emanan de una fantasia interior que bien sabe mezclarse con nuestros anhelos subterraneos del inconsciente colectivo, a no ser de que dichas metáforas puedan transportar la consecuente carga mítica con la suficiente finura como para redimir la percepción a través de una buena reminiscencia.

De la misma manera que el ser humano soñó con volar y lo hizo, ahora sueña con las estrellas, pero cada vez vive más dentro de la «Caja de Pandora planetaria»  donde todos los males parecen a punto de desatarse, sin hacerlo del todo pero mostrandose con contundencia dramática cada cierto tiempo que da pensar sobre si alguna vez saldremos del planeta para explorar y no para escapar de nuestro propio desastre, situación no deseable y que habla de no haber resuelto nuestro propio mito.

La posibilidad de explorar «Lokas», planetas o estados de consciencia en un futuro, no es algo que deberiamos descartar de plano, sino que quizás forma parte de los propósitos del ser humano. Sin embargo, en un «Loka», «estado de la mente» como el que propone Avatar jamás podriamos hacer eso, es decir, sin tecnologia no podemos explorar el espacio ni conocerlo, ni escucharlo.  La cuestión es como reconciliamos el aspecto de la sincronía con el ecosistema planetario y poder soñar con las estrellas de una forma no invasiva. No toda tecnología es «Maya», ni todo «Maya» o espejismo es tecnológico, existen otros puramente perceptivos.

Cierto, que Cameron desea que nos proyectemos en los Na´vi para inspirar nuestro espíritu hacia una vuelta al Edén, como una suerte de redención, ¿pero podríamos?, ¿dejariamos de soñar con las estrellas o de construir radio-telescopios sin más? Por otro lado si Cameron estuviera en lo cierto, bajo la perspectiva militar-capitalista de Avatar ¿para qué querriamos ir? ¿para estropearlo?  Como decia el escritor de ciencia-ficción Stanislaw Lem «No queremos otros mundos, queremos espejos», y ahí radica nuestra fatalidad, porque la globalización se ha construido en ese paradigma de «productos que le hacen ser lo que es» que llevariamos hasta el fin del mundo y a otros más allá.

Así que «Avatar» puede ser un escapismo estético que es conveniente para el sistema mientras nos habla de las bondades de un cambio de paradigma controlado por el poder, también estético y no real, en una suerte de paradigma de «Maya» actual que nos da un «Soma» fílmico donde aliviar nuestras ansiedades, critica la condición actual pero no ofrece una razón mítica de la caida del Edén.

Avatar pudiera ser una reflexión acerca de la pérdida de la naturaleza primordial del ser humano, y dicha evolución no sería sino la búsqueda del retorno al paraiso edénico pero sin un dios panóptico que nos recompensara en nuestra obediencia como sus productos de la marca «Acme Dios S.A.» La ironía es que (miticamente) al salir de ese «Paraiso» que era el Edén, creamos la tecnología, en la que «Maya» (la parte de nuestro interior que ama lo ilusorio) se apoya para construir espejismos y de nuevo evocamos a ese «Edén» que prescinde de tecnología pero es recreado desde la técnica. Es una paradoja extraordinaria, pero asi somos.

A ser posible una eficaz vuelta al Edén seria en la perspectiva una la consciencia acerca de encontrar una forma de sincronizarnos con los misterios de nuestra propia Pandora o Solaris, es decir, los nombres que los escritores de ficción han encontrado para llamar a la «Tierra». De hecho algunos de los sistemas míticos y filosóficos de conocimiento que sostenemos en este planeta desde el pasado tenian la intención de propiciar realmente eso, la vuelta al Edén, al Anima Mundi o Alma del Mundo, que fue muy real para aquellos sabios, bajo un paradigma de estructura armónica que contenia las monadas de lo real, cosas así no interesaba que estuvieran en los textos bíblicos, aunque luego lo utilizaran, desde luego.

Dicho esto yo no quisiera ser un «Na´vi», o un «piel roja» , aunque dicha perspectiva de libertad salvaje jamás dejará de ser atrayente por la tecno-burocracia laberintica inhumana actual que en sus bondades legislativas nos quiere usar como ratas de laboratorio dado que nuestro Loka actual sí está dominado por «Maya», hasta que lo desemascaremos totalmente, ya que nos tiene bien envueltos en distintas de sus capas ilusorias perceptivas, y muchas pelís también lo son. Me gustaria percibir a ser un humano que pueda dirigir sus pasos más allá de la amnesia acerca de lo que perdimos y que no quiere prescindir de la técnica pero si soñar que podemos utilizarla no para «escapar de lo real», sino para descubrirlo y revelarlo en su esencia para entender e integrar lo que todavia desconocemos de nuestra «Pandora» planetaria, un enigmático planeta al que creemos que conocemos pero como todas las relaciones mal llevadas se basan en suposiciones y no en el deseo real de conocer a quién decimos amar.

Avatar no habla de Pandora, habla de lo que pasa aquí y ahora, de una memoria olvidada de nuestro propio pasado, de un desconocimiento de lo que creemos conocer como entidad de ecosistema planetario, de una separación de relación en nuestra «inteligencia» al respecto de la «sabiduria» que está sincronizada con la naturaleza y sus ritmos. En ese sentido no deseo ser Na´vi, sino un humano hacia un «Loka» que merezca la pena donde el espejismo y la hipnosis no sea moneda de cambio y sin sentir vergüenza ni culpa de ser lo que somos, recordando qué y quienes fuimos en realidad, para volver a ser, un dia, tal vez, humanos de verdad.